Gabo, un escritor de izquierda que no mendigó al poder: Sergio Ramírez

26 de Abril de 2015
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Bogotá, 26 Abr 15 (Notimex).- El único escritor contemporáneo con un gran poder sobre el poder político, el hombre de izquierda y con un sentimiento antimperialista, de principio a fin, el personaje que los gobernantes buscaban, el narrador que no fue mendigo del poder, fue Gabriel García Márquez (1927-2014).

Así lo consideró el escritor y amigo del autor de “Cien años de soledad”, el nicaragüense, Sergio Ramírez, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), donde formuló una serie de reflexiones sobre la relación de Gabo con el poder.

Ramírez, quien fue dirigente de la Revolución Sandinista, quien estuvo en el poder, salió de él, regresó a la literatura y construyó una amistad con Gabo, desde finales de 1977, es una de las voces más autorizadas para abordar otra de las facetas del premio Nobel de Literatura.

El autor de “Adán y Eva”, “La puerta falsa”, “La cueva del trono de la calavera”, “Ya no estás más a mi lado corazón” y “Las alas de la gloria”, sostuvo que el amor, la locura, la muerte y el poder son grandes temas de la literatura, y están en el conjunto de la obra de García Márquez.

“Las obras fundamentales de Gabo giran alrededor del poder. El poder es infaltable a la hora de ver el panorama literario de García Márquez, él mismo se volvió un hombre del poder”, enfatizó el escritor centroamericano.

Para Ramírez, no hay otro escritor en la literatura contemporánea, que haya tenido tanto poder como el que adquirió Gabo a través de la literatura, que genera fascinación el ver al hombre humilde de la “Ciénaga, el hijo de un telegrafista, que de repente se ve con tanto poder”.

Una de las anécdotas que recordó Ramírez en el conversatorio sobre Gabo y el poder, en la FILBo, fue el encuentro del autor de “El coronel no tiene quien le escriba” con el Papa Juan Pablo II, en El Vaticano, que es un verdadero centro de poder.

“Gabo -dijo- se reunió con el Papa Juan Pablo II y de repente se le reventó un botón del saco, y Gabo se agachó debajo de la mesa para buscar el botón, del otro lado de la mesa Gabo vio la cabeza del Papa que también buscaba el botón”.

Años después, García Márquez le contó la anécdota al escritor nicaragüense y recordó que cuando él vio la “cabeza del Sumo Pontífice lo primero que dijo fue: “! Sí mi madre me viera aquí, con el Papa agachado debajo de esta mesa”.

“Esta es una imagen para mi cabal, de esta fascinación del poder de verse con alguien que viene de la ciénaga hasta el aposento del Vaticano”, señaló Ramírez durante el conversatorio en La Gallera, ubicada en el pabellón de Macondo, que presidió el director de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), Jaime Abello.

Pero el poder que adquirió García Márquez, a través de sus obras, también se reflejó en la forma como muchos jefes de Estado, buscaron a Gabo, querían estar al lado de él, le cruzaban invitaciones y él nunca los buscó a ellos.

El único mandatario que García Márquez buscaba era a su amigo de siempre, Fidel Castro, el comandante de la Revolución cubana, que Gabo abrazó y apoyó, desde aquellos años de la Sierra Maestra, en donde se gestó la caída de la dictadura de Batista.

“Una vez Gabo llegó a Costa Rica y el presidente Rodrigo Carazo fue en su automóvil y lo recogió en el aeropuerto, para que lo vieran al lado del escritor”, recordó.

La relación tradicional de los escritores con el poder, sostuvo el autor nicaragüense, es al revés, es decir es una relación “mendigante, de dádivas y de favores del poder”, mientras que a Gabo por el contrario lo invitaban los poderosos.

“Recuerdo que un día le dije: Todos los presidentes de América Latina terminan siendo ex presidentes, el único que es presidente perpetuo sos vos. Él siempre iba dejando atrás el presidente y el siempre seguía en el poder”, enfatizó el autor de “Adiós muchachos”.

Y para sellar esa otra faceta del Nobel de Literatura 1982, Ramírez concluyó: “Gabo nunca fue un hombre de derecha y por tanto fue un hombre de izquierda, identificado con el anti–imperialismo, una identidad que él tuvo toda su vida.

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